25 de marzo de 2012

¿Salvados por la campana?

Lo malo no es tropezarse con la misma piedra dos veces, que también, sino encima embestirla con pasión, ganas y una sonrisa en la boca.

Entorno al 3.000 a.c. ocurren unas cuantas cosas fascinantes en la historia de la humanidad. No se me inquieten con ésto y dénme algo de cancha, ¿Vale?. Por ejemplo en algunas zonas ya termina el neolítico y empieza la edad de los metales con el cobre. Se funda Troya y el Egipto unificado comienza a resplandecer, mientras en Mesopotamia surgen poco a poco las ciudades estado y en Inglaterra se comienza a construir el conjunto megalítico de Stonehenge. Y nace la escritura. Así que, a ojo de buen cubero, bien podemos decir que los humanos llevaremos unos 5.000 años de historia económica en la que unos le quitan el dinero a otros para vivir, engrandecerse, y estructurar un entorno cohesionado en el que la vida sea un poco menos dura. Vamos, que llevaremos unos 5.000 años esquilmándonos unos a otros.
Y después de tantos años y sabiendo por experiencia lo que funciona y lo que no, tras innumerables crisis y épocas florecientes, incluso teniendo la economía estructurada como asignatura para su enseñanza ¿Cómo es que seguimos en las mismas? ¿Cómo es posible que la casta dirigente cometa los mismos errores, incluso a intervalos de escasos 70 o 15 años? ¿Es que los políticos actuales aparte de unos canallas son también imbéciles?


Déjenme que les presente a un tipo genial y a su campana. Se llama Arthur Laffer. Y lo que este economista plasmó con una fórmula matemática y su gráfico se puede resumir en el antiguo dicho de que "La avaricia rompe el saco". Lo que hizo nuestro amigo Arturo, basándose en el Teorema de Rolle y otros pensadores, fue relacionar los ingresos fiscales de la administración pública con los tipos impositivos aplicados. De modo que en un extremo con un tipo de impuestos del 0% no se recaudaría nada y por el otro extremo, por razones obvias, con un 100% de tipo impositivo tampoco se recaudaría nada (¿Quién trabajaría para no ganar nada?). En medio hay un punto en el que hasta ahí la recaudación crece aún subiendo los impuestos, y a partir de ahí la recaudación, aunque los impuestos crezcan, decrece.

Porque hay algo que efectivamente todos sabemos y experimentamos en nuestras vidas, y es que a más impuestos (esfuerzo fiscal) menos riqueza, menos libertad y más pobreza. Históricamente ha sido así siempre. Para que un estado progrese, para que la sociedad que lo sustenta progrese, el ciudadano no sólo ha de tener dinero en sus bolsillos, sino que ese dinero ha de estar relacionado con su productividad (que no con fabricar cosas) y no con subvenciones o falsos regalos. De esta forma con un esfuerzo fiscal bajo (pocos impuestos), el ciudadano tiene riqueza producto de su esfuerzo que hace circular libremente (consumiendo, invirtiendo, etc.) produciendo más riqueza. Así la riqueza está repartida y no concentrada en pocas manos (el estado) sin producir nada.
Evidentemente lo anteriormente escrito pone los pelos como escarpias a nuestros intervencionistas patrios, desde los más rancios y socialistas hasta los del PP, que lo atacan e ignoran a partes iguales. ¿Liberalismo? ¿Libertad? ¡Vade retro libertas!.
Eppur si muove. Y sin embargo se mueve. Por mucho que lo critiquen, y lo hacen con ferocidad, lo enunciado por Arthur Laffer se cumplió entre otros en el pasado reciente de España con Aznar, y en Islandia entre 1991 y 2001, con una bajada de impuestos que redundó en una mayor recaudación fiscal. Sencillamente la libertad, el liberalismo, funciona.


Y es que en España, un país donde Hacienda se embolsa de media el 47% de la renta bruta anual de cada ciudadano y en el que los ciudadanos cada vez tienen menos libertades individuales ante el feroz intervencionismo del estado, bien que nos vendría que nos salvara la campana de Laffer.

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